jueves, 20 de noviembre de 2008

Todo hombre ante Dios no pasa de ser un niño.
Jesús se levanta vencedor y regresa al Padre dejándonos el camino abierto, pero en ese camino hay una puerta estrecha que podremos pasar si nos volvemos niños.
Jesús se va pero quedamos nosotros, Él era "La Luz del mundo", pero también nos dijo que que nosotros somos la luz del mundo, es decir que debemos iluminar a los que nos rodean.
¿Se imaginan lo que serían los millones de católicos alumbrando con su fe al mundo entero?.
Esa luz, esa fe, es amor, y precisamente en ese amor conocerán que somos discípulos de Cristo.
Debemos llevar a todos la caricia de la mano invisible de nuestro Padre Dios, que nos ama, a todos.

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