viernes, 27 de junio de 2008

Lucas el ladrón

Lucas el ladrón
Lucas era un magnífico ladrón. Nunca nadie pudo descubrir sus fechorías. Era altivo y cruel, y tenía un corazón de piedra.
Un día, Lucas decidió robar la corona del corazón de Jesús, venerado en una iglesia de la ciudad.
La corona, más que por su calidad, era valiosa por la antigüedad y porque formaba parte de una imagen muy querida por todos los habitantes del lugar.
La singularidad de esta imagen radicaba en la postura de los brazos, cerrados en un abrazo sobre el divino corazón.
Lucas se adentró silente en el templo, protegido por la tiniebla de la noche. La luna y las estrellas asistían aterrorizadas a la fechoría que iba a consumarse.
Enseguida, Lucas se irguió junto a la imagen y asió la corona con las manos.
Pero en ese preciso instante, Jesús estrechó con sus brazos a Lucas, apretándolo contra su corazón.-
"¡Qué situación tan terrible!", gritó el ladrón. "No puedo soltarme de este abrazo. Al amanecer vendrán los fieles y llamarán a la policía, y seré para siempre encarcelado".
Los ojos de Lucas miraban a escasos centímetros el rostro del Señor. En el abrazo, su corazón comenzó a calentarse con el fuego del corazón de Jesús, operándose un profundo y decisivo cambio interior.
El se acercó a Jesús con codicia, y Jesús lo abrazaba con amor. Y unas lágrimas brotaron del corazón arrepentido del ladrón, que volvió a poner la corona en su lugar.Mientras todo esto sucedía, el Señor abrió los brazos y lo bendijo.
Entonces, Lucas se marchó. Mientras caminaba, un extraño fenómeno sucedía a su paso: todo quedaba iluminado con el fuego que ardía en su corazón.
Y en el firmamento, la luna y las estrellas lo saludaban sonriendo.
José Alcázar Godoy

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