Nació en Roma en 1932. Desde su infancia sufre de distrofia muscular. Lleva clavado en su lecho varios años.
He aquí sus propias palabras: "No he conocido ni infancia, ni juventud, ni vigor... no he estado bien un solo instante. Sin embargo, soy feliz. Mientras corporalmente voy decayendo, espiritualmente estoy levantándome; me doy cuenta del gran don que es la vida, del gozo y alegría que tengo e ininterrumpidamente, mi madre y yo, le damos gracias a Dios"
Su madre siempre a su lado, le enjuaga emocionada el sudor de la frente.
"No soy un héroe, prosigue el paralítico, no soy un héroe ni un santo. Simplemente me he dejado caer con alegría en las manos de Dios. La felicidad es un elegir, o mejor, la consecuencia de un elegir. Sería el más desgraciado del mundo; sin embargo, he la felicidad y soy feliz".
Este hombre, de chispeantes ojos y de riquezas interiores inesperadas, escribe más de diez cartas diarias: a ancianos abandonados, a enfermos desahuciados, a desesperados ... Anualmente comunica su felicidad a miles de personas. Su lema: "Dios nos ama", es para iluminar al más desesperado.
"Nosotros los paralíticos, dice, somos el clavo que sostiene el cuadro de este mundo".
Como ustedes ven, nadie es indispensable, pero todos somos necesarios.
***Todos tenemos una misión que cumplir en nuestra vida. Todos hemos sido seleccionados por el Señor para colaborar en su obra de salvación y redención.
Todos debemos ser de una u otra forma corredentores, de nosotros mismos y de los hermanos; Cristo necesita de nosotros, así como nosotros necesitamos de El.
- P. Alfonso Milagro.
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